¡Ya me cansé!
Por mucho tiempo he guardado silencio ante el engaño y la mentira y me siento mal porque sé que Dios nos ha llamado a defender la fe. Estoy harto de ir a reuniones y cultos donde se ofende a Dios cuando se le dan órdenes, decretos y se trata al Omnipotente Soberano como si fuera un sirviente que tiene que hacer lo que la gente declare y decrete. Estoy harto de oír a muchos llamados cristianos afirmar que yo tengo el poder en mi boca y en mi lengua para hacer que se materialice lo que yo deseo. Creo que Dios sana, hace mlagros y tiene todo el poder de cambiar las circunstancias, pero lo hace según el designio de su voluntad, según sus propósitos soberanos y no porque yo lo ordene.
Estoy cansado de escuchar a muchos predicadores por ahí manipular a la gente para que siembren una “semilla” de fe, dando dinero y diciéndoles que si dan tanta cantidad, van a recibir 100 veces más de vuelta. Convierten el dar a Dios en un negocio e incluso en un depósito para hacer que la petición y lo que desean llegue más rápido. Entonces la motivación ya no es honrar a Dios con mis bienes como un acto de gratitud, sino que la intención se torna egoísta y materialista. ¡Basta ya de seguir engañando al pueblo incauto! Seguro que Dios derrama bendiciones cuando somos generosos y damos, no solo de nuestros bienes, sino también nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestras vidas para él. Pero son bendiciones que no necesariamente implican dólares y centavos.
Estoy cansado de tener que callar lo que creo y entiendo que afirma la Palabra de Dios, para que no se sientan mal los que creen otra cosa y para que no me acusen de divisivo y controversial. Al callar estas cosas me he hecho cómplice de la mentira y la manipulación de personas que han convertido la fe en un negocio de explotación. Los he visto con mis propios ojos utilizar el ministerio para promover cadenas de ventas de productos naturales y negocios multiniveles. No todos han hecho esto, pero se sorprenderían de la gran cantidad de mercaderes del templo que tenemos en Puerto Rico.
Estoy cansado de ver con mis propios ojos a muchos de estos llamados apóstoles llegar a los sitios con una “avanzada” de alcahuetes como si fueran las grandes súper estrellas de la fe. Algunos se creen tan superiores por esa supuesta “unción” que tienen, que tienen guarda espaldas y no todo el mundo se les puede acercar. Ese no es el perfil de un verdadero ministro de Dios llamado a servir, a lavar pies y a estar con la gente. ¿Dónde queda el ejemplo del mismo Jesús que llegaba a las aldeas y la gente se apiñaba y le apretaba? Para Jesús la grandeza no se mide en títulos y posiciones para mandar, sino que el humilde, el más sencillo es el que es grande en el reino de los cielos.
Sé que esto que estoy diciendo le molestará a algunos. Sé que posiblemente me bloqueen o me saquen de sus contactos. O me acusen de ser el gestor de una división interna en el pueblo de Dios. Sé que esto me cerrará “puertas” en muchos lugares. Creo que hace mucho tiempo la iglesia cristiana en Puerto Rico está dividida. Y lo está porque se ha echado a un lado lo único que nos une que es la centralidad de la Palabra de Dios.
Nuestro país necesita un verdadero avivamiento. ¿Cómo es posible que seamos un país repleto de iglesias y emisoras cristianas, pero estemos tan mal y tan saturados de violencia, vicios, divorcios y corrupción? ¿Cómo es posible que seamos un país que supuestamente ha sido “saturado” del evangelio, pero estamos como estamos? El cambio tiene que comenzar con una renovación de la misma iglesia. Tenemos que regresar a la sencillez del evangelio de Cristo. Tenemos que arrepentirnos y pedir perdón como pueblo de Dios por habernos desviado de la sana doctrina. Hemos dejado de predicar el arrepentimiento y la necesidad de recibir el perdón de nuestros pecados para predicar otra versión del evangelio donde ofrecemos beneficios terrenales a cambio de un paso de fe. Nuestras iglesias están repletas de gente que no conoce a Dios ni su Palabra. Y la culpa es de aquellos que han sido llamado a predicarla sin quitarle ni añadirle.
Nos hemos puesto a edificar templos hermosos y edificios espectaculares, pero hemos abandonado en muchos casos (no quiero generalizar) nuestras comunidades y barrios. Atrás quedaron los tiempos donde los cristianos se tiraban a la calle a hablar de Cristo y tocar las puertas con el mensaje de redención. Le dejamos esa tarea a los Testigos de Jehová. Mi oración es que antes de que sea muy tarde, el pueblo de Dios en Puerto Rico despierte. Que nos demos cuenta de dónde hemos caído y volvamos de nuevo a donde Dios quiere.
¡Oh. mis hermanos, mi corazón se estremece y se duele! Nos hemos convertido en la iglesia de Laodicea que decía: “porque no tengo necesidad de nada y me he enriquecido” pero Dios le responde diciendo: “Y no sabes que eres una desventurada, pobre, miseable, ciega y desnuda”. Ojalá que despertemos antes de que se descubra la verguenza de nuestra desnudez.
Pastor René Pereira Jr.