Archivos Mensuales: agosto 2020
Los políticos y la iglesia: ¿quién usa a quién?
Pastor René Pereira Jr.
Para comenzar mi escrito deseo dejar claro lo siguiente: hay personas que están en el campo de la política que son genuinos creyentes que el Señor ha colocado en esa posición y que tienen muy claro que lo primero es Dios y sus principios que todo lo demás. Sé que hay también políticos que tienen un genuino temor de Dios, aunque no sean creyentes practicantes y sienten un genuino respeto por la iglesia y los valores cristianos. Los hay… lamentablemente son muy escasos.
Llevo en estas luchas como líder cristiano varias décadas. Lo que voy a compartir es mi experiencia en estas batallas y mi opinión personal. Cada cuatro años vemos lo mismo. De repente empiezan a acercarse candidatos y políticos a buscar el apoyo y respaldo de ministros y líderes cristianos. Sin embargo, muchos de ellos, mientras estuvieron ejerciendo su posición en la legislatura o en el ejecutivo, no les interesó para nada ni hicieron lo necesario por defender y respaldar a la iglesia. Aun más, algunos de ellos hicieron todo lo contrario y apoyaron medidas y leyes contrarias a la iglesia. Pudiera dar algunos ejemplos: El actual presidente del Senado de PR, Tomás Rivera Schatz, por ejemplo, arrancó del Código Civil las protecciones que la iglesia había logrado que se aprobaran en la Cámara de Representantes. Apoyó y avaló un Código Civil que adelanta la agenda gay y ahora de momento aparece en programas cristianos como el gran paladín de la defensa de los valores cristianos.
Miguel Romero, el senador que votó en contra del proyecto 950 para regular la práctica del aborto, del 1018 de libertad religiosa y que fue ficha de tranque para que el Senado fuese por encima del veto del gobernador Rosselló, que ha apoyado abiertamente la agenda LGBTT, ahora se reúne con pastores y les promete villas y castillas. Lo mismo están haciendo Bathia, Carmen Yulín, y muchos otros más. Lo triste de todo esto es que hay líderes cristianos que se prestan para ser instrumentos de estos políticos inescrupulosos. Y uno se pregunta ¿por qué lo hacen? He visto varias razones: algunos por simple ignorancia. Otros porque les han prometido tener acceso político e influencia a cambio de esos respaldos. Y otros tristemente porque sus compromisos y lealtades politicas pesan más que su lealtad al Señor. Hay otras razones; algunos lo justifican diciendo que hay que llenar esos espacios para que no los ocupen los enemigos de la iglesia.
Ese perro ya nos ha mordido antes y no aprendemos. La iglesia no necesita hacer alianzas con el mundo para adelantar sus causas. Las veces que en la historia los cristianos han hecho esto, hemos salido perdiendo. Recuerdo cuando muchos celebraron el que el entonces candidato Ricardo Rosselló firmara aquel famoso documento ante un grupo de pastores comprometiéndose a respaldar a la iglesia en ciertos puntos específicos. Escuché a algunos líderes decir: «el muchacho es joven, moldealble y podemos irlo guiando hacia lo que queremos». Resultó que el «muchacho» terminó siendo más astuto de lo que se pensaba y era él quien estaba manipulando a los líderes cristianos. Saliendo de aquella reunión de pastores, fue y se reunió con activistas LGBTT y también les hizo sus promesas.
No me malinterpreten. Estoy bien claro en que la iglesia, o sea los creyentes, estamos llamados a ser luz y sal en todas las esferas de la sociedad; eso incluye el campo de la política y la gobernanza. Estoy bien claro en que separación de iglesia y estado no significa que el creyente en Dios está imposibilitado de participar de la política de su país y de los sistemas democráticos. En la Biblia Dios colocó siervos suyos en posiciones gubernamentales y los utilizó grandemente para traer bien a esos pueblos. El problema no es ese; el problema es cuando precisamente olvidamos que lo primero es el reino de Dios y su justicia. El problema es cuando llega el momento de tomar decisiones cruciales y pesa más el beneficio personal, las aspiraciones políticas, la influencia y conveniencia que esos principios que decimos defender.
Ser un creyente fiel a Dios en el campo de la política implica estar dispuestos a pagar un alto precio. En el caso del gobernador Daniel en Babilonia, significó irse en contra del edicto de su jefe político, no acatar el edicto real, y ser lanzado al foso de los leones. En el caso se tres jóvenes que eran parte del gobierno persa: Sadrac, Mesac y Abed-Nego, significó no arrodillarse delante de la estatua del rey y ser arrojados a un horno ardiente. El problema es que algunos llamados creyentes que están en este campo, no están dispuestos a pagar el precio de ser fieles a Dios antes que a sus partidos y líderes políticos. Lamentablemente el poder embriaga a algunas personas y se vuelven más leales a su partido y a sus colectividades que al Señor.
Algunos como Esaú, venden su primogenitura por un plato de lentejas. Satanás es muy astuto y sabe cómo comprar la conciencia y lealtad de las personas. Aun a Jesucristo le dijo: «Todo esto te doy, si postrado me adorares». Por eso oro mucho por algunos hermanos y hermnas en la fe que aspiran a entrar a este campo en estas elecciones. De salir electos les espera una fuerte batalla; una batalla que comenzará en sus conciencias. Entrarán a un mundo donde la honestidad, la integridad y la veracidad están en peligro de extinción. Muchos llegarán allí con un compromiso genuino de ser la diferencia; no todos lo lograrán.
Me entristece ver a pastores y líderes cristianos dejándose utilizar por políticos. Algunos endosándo públicamente a candidatos que han sido enemigos de la iglesia y han luchado en contra de nuestras causas de defensa de la vida humana y la libertad religiosa. Ahora de repente esos candidatos se presentan como los grandes aliados de la iglesia y parece que sufrimos de amnesia colectiva.
Mis amados hermanos, por esto es que muchos le faltan el respeto a la iglesia y hablan despectivamente de los cristianos. La iglesia no es una ramera que se vende al mejor postor. Han llegado a mí confidencias de expresiones privadas que han hecho políticos de cómo se echan al bolsillo a pastores y líderes religiosos con simplemente ofrecerles algunos beneficios.
Me viene a la mente la escena bíblica donde Abraham rehusó aceptar los favores económicos del rey de Sodoma que le quería dar por haberlo libertado cuando rescató a su sobrino Lot. Y dijo estas palabras: «He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram.» Gén. 14:22
La iglesia no necesita del rey de Sodoma para tener poder, influencia y alcanzar sus metas y propósitos. Tiene algo muchísimo mejor y más efectivo: el poder de Dios. De nuevo, con esto no estoy diciendo que asumamos la posición de no ser influencia en los asuntos públicos y civiles. No soy de los que defiendo el enajenarnos de los asuntos gubernamentales. Ya hemos visto cómo Dios puso personas de fe en gobiernos paganos y los utilizó grandemente como a Nehemías, Ester, José y otros.
La iglesia tampoco necesita de los recursos del gobierno para hacer su trabajo. Nuestro Dios es dueño del oro y de la plata. Sé de líderes cristianos que no se atreven hablar públicamente de ciertas cosas y defender las luchas de la iglesia porque reciben asignaciones de fondos legislativos para sus programas de ayuda social. También sé de otros que no defienden las luchas de la iglesia porque tienen a su hijo o nieto en un puestecito en el gobierno, o trabajan para una oficina legislativa o del ejecutivo. Mis amados hermanos es triste todo esto. Tenemos que despertar. Es doloroso ver que los hijos de las tinieblas son más fieles a sus principios y sus creencias que muchos hijos de la luz.
Termino diciendo esto: el problema no está en los políticos mundanos, ni en los gobernantes corruptos e inescrupulosos. El problema está en la iglesia. Y hablo en términos generales porque sé que hay muy honrosas excepciones. Dios me los bendig rica y abundantemente.