La Declaración de Nashville
La Declaración de Nashville
«Reconozcan que el Señor es Dios;
él nos hizo, y somos suyos.»
Salmo 100:3

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Los cristianos evangélicos de comienzos del siglo XXI están viviendo en un período de transición histórica. A medida que la cultura de Occidente se ha vuelto cada vez más pos cristiana, ha emprendido una formidable revisión de lo que significa ser un ser humano. En general, el espíritu de nuestra época ya no discierne ni se deleita en la belleza del diseño de Dios para la vida humana. Muchos niegan que Dios haya creado a los seres humanos para su gloria, y que sus buenos propósitos para nosotros incluyan nuestro diseño personal y físico como hombre y mujer. Es común pensar que la identidad humana como hombre y mujer no forma parte del bello plan de Dios, sino que, más bien, es una expresión de las preferencias autónomas de un individuo. De este modo, el camino al gozo pleno y duradero a través del buen diseño de Dios para sus criaturas es reemplazado por el camino de miopes alternativas que, tarde o temprano, arruinan la vida humana y deshonran a Dios. Este espíritu secular de nuestra época presenta un gran desafío a la iglesia cristiana. ¿Perderá la iglesia del Señor Jesucristo su convicción bíblica, claridad y valentía, y se fundirá con el espíritu de la época? ¿O se aferrará a la Palabra de vida, cobrará valor en Jesús y proclamará sin avergonzarse su camino como el camino de vida? ¿Conservará su claro testimonio contracultura ante un mundo que parece empeñado en irse a la ruina?
Estamos persuadidos de que la fidelidad en nuestra generación significa declarar una vez más la verdadera historia del mundo y nuestro lugar en él, en particular en cuanto a hombres y mujeres. La Escritura cristiana enseña que no hay más que un solo Dios que es el único Creador y Señor de todo. Cada persona le debe gozosa gratitud, sincera alabanza y completa lealtad solo a él. Este no solo es el camino a glorificar a Dios, sino a conocernos a nosotros mismos. Olvidar a nuestro Creador es olvidar quiénes somos, porque él nos hizo para sí mismo. Y no podemos conocernos verdaderamente a nosotros mismos sin conoce verdaderamente a aquel quien nos creó. No nos hicimos a nosotros mismos; no somos nuestros. Nuestra verdadera identidad, como personas masculinas y femeninas, ha sido dada por Dios. No solo es insensato, sino también inútil el tratar de convertirnos en aquello para lo cual Dios no nos creó.
Creemos que el diseño de Dios para su creación y su medio de salvación sirven para darle a él la mayor gloria y darnos a nosotros el mayor bien. El buen plan de Dios nos concede la mayor libertad. Jesús dijo que él vino para que pudiéramos tener vida y tenerla en abundancia. Él está a nuestro favor y no en nuestra contra. Por lo tanto, con la esperanza de servir a la iglesia de Cristo y testificar públicamente de los buenos propósitos de Dios para la sexualidad humana revelada en la Escritura cristiana, presentamos las siguientes afirmaciones y negaciones.
ARTÍCULO 1
AFIRMAMOS que Dios ha diseñado el matrimonio para que sea una
unión de pacto, sexual, procreativa y de por vida entre un hombre y
una mujer, como esposo y esposa, y tiene el propósito de simbolizar
el amor de pacto entre Cristo y su novia, la iglesia.
NEGAMOS que Dios haya diseñado el matrimonio para que fuera
una relación homosexual, polígama o poliamorosa. También
negamos que el matrimonio sea un mero contrato humano, sino un
pacto hecho delante de Dios.
ARTÍCULO 2
AFIRMAMOS que la voluntad revelada de Dios para todas las
personas es la castidad fuera del matrimonio y la fidelidad dentro del
matrimonio.
NEGAMOS que algún afecto, deseo o compromiso puedan justificar
la relación sexual antes o fuera del matrimonio; tampoco justifican
ninguna forma de inmoralidad sexual.
ARTÍCULO 3
AFIRMAMOS que Dios creó a Adán y Eva, los primeros seres
humanos, a su propia imagen, iguales delante de Dios como personas,
y distintos como hombre y mujer.
NEGAMOS que las diferencias divinamente ordenadas entre el
hombre y la mujer impliquen para ellos desigualdad en dignidad o
valor.
ARTÍCULO 4
AFIRMAMOS que las diferencias divinamente ordenadas entre
hombre y mujer reflejan el diseño original de la creación de Dios y
su finalidad es el bien humano y el florecimiento humano.
NEGAMOS que tales diferencias sean el resultado de la Caída o sean
una tragedia que deba ser superada.
ARTÍCULO 5
AFIRMAMOS que las diferencias entre las estructuras reproductivas
masculina y femenina son esenciales en el diseño de Dios para el
autoconcepto como hombre o mujer.
NEGAMOS que las anomalías físicas o las condiciones psicológicas
anulen el vínculo que Dios ha establecido entre el sexo biológico y el
autoconcepto como hombre o mujer.
ARTÍCULO 6
AFIRMAMOS que aquellos que nacen con un desorden físico de
desarrollo sexual están creados a imagen de Dios y poseen dignidad
y valor tal como todos los demás que llevan dicha imagen. Ellos son
reconocidos por nuestro Señor Jesús en sus palabras acerca de los
«eunucos que nacieron así desde el vientre de la madre». Con todos
los demás, ellos son bienvenidos como fieles seguidores de Jesús y
deberían aceptar su sexo biológico en la medida que este se pueda
conocer.
NEGAMOS que las ambigüedades relacionadas con el sexo
biológico de una persona la incapaciten para vivir una vida fructífera
en alegre obediencia a Cristo.
ARTÍCULO 7
AFIRMAMOS que el autoconcepto como hombre o mujer se debería
definir según los santos propósitos de Dios en la creación y redención
tal como se revelan en la Escritura.
NEGAMOS que la adopción de un autoconcepto homosexual o
transgénero sea compatible con los santos propósitos de Dios en la
creación y la redención.
ARTÍCULO 8
AFIRMAMOS que las personas que experimentan atracción sexual
por el mismo sexo pueden vivir una vida rica y fructífera que agrade
a Dios mediante la fe en Jesucristo, en tanto que, como todos los
cristianos, lleven una vida de pureza.
NEGAMOS que la atracción sexual por el mismo sexo sea parte de
la bondad natural de la creación original de Dios, o que excluya a una
persona de la esperanza del evangelio.
ARTÍCULO 9
AFIRMAMOS que el pecado distorsiona los deseos sexuales,
desviándolos del pacto matrimonial y dirigiéndolos a la inmoralidad
sexual, una distorsión que incluye inmoralidad tanto heterosexual
como homosexual.
NEGAMOS que un patrón permanente de deseo de inmoralidad
sexual justifique la conducta sexual inmoral.
ARTÍCULO 10
AFIRMAMOS que es pecaminoso aprobar la inmoralidad
homosexual o el transgenerismo y que tal aprobación constituye un
alejamiento esencial de la fidelidad y el testimonio cristianos.
NEGAMOS que la aprobación de la inmoralidad homosexual o el
transgenerismo sea un asunto de indiferencia moral respecto al cual
los cristianos por lo demás fieles deberían aceptar sus diferencias.
ARTÍCULO 11
AFIRMAMOS nuestro deber de hablar la verdad en amor en todo
tiempo, incluyendo cuando nos hablamos unos a otros o nos
referimos a otros como hombre o mujer.
NEGAMOS cualquier obligación de hablar de tal manera que
deshonre el diseño de Dios para quienes poseen su imagen como
hombres o mujeres.
ARTÍCULO 12
AFIRMAMOS que la gracia de Dios en Cristo concede perdón
misericordioso así como poder transformador, y que este perdón y
poder le permiten a un seguidor de Jesús dar muerte a sus deseos
pecaminosos y andar de una manera digna del Señor.
NEGAMOS que la gracia de Dios en Cristo sea insuficiente para
perdonar todos los pecados sexuales y para dar poder para la santidad
a cada creyente que se sienta atraído hacia el pecado sexual.
ARTÍCULO 13
AFIRMAMOS que la gracia de Dios en Cristo permite a los
pecadores abandonar el autoconcepto transgénero y, por paciencia
divina, aceptar el vínculo ordenado por Dios entre el sexo biológico
de la persona y su autoconcepto como hombre o mujer.
NEGAMOS que la gracia de Dios en Cristo autorice autoconceptos
que no concuerden con la voluntad revelada de Dios.
ARTÍCULO 14
AFIRMAMOS que Cristo Jesús ha venido al mundo a salvar a los
pecadores y que, por medio de la muerte y resurrección de Cristo, el
perdón de pecados y la vida eterna están a disposición de toda
persona que se arrepienta del pecado y confíe solo en Cristo como
Salvador, Señor y supremo tesoro.
NEGAMOS que el brazo del Señor sea demasiado corto para salvar
o que algún pecador esté fuera de su alcance.
Publicado el enero 10, 2019 en Apologética, Uncategorized, Vida Cristiana y etiquetado en Voluntad de Dios. Guarda el enlace permanente. Comentarios desactivados en La Declaración de Nashville.