Jonás 4:1  Pero esto desagradó a Jonás en gran manera, y se enojó.

Jonás 4:2  Y oró a Jehová, y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me precaví huyendo a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.

El enojo y la ira son dos emociones ciertamente humanas, y en algún momento todos  las vamos a experimentar. En ocasiones, sino entregamos estos sentimientos a Dios,  podemos llegar a ser controlados por este tipo de expresión humana.

Jonás permitió que el odio y el enojo se apoderaran de él. Aquellas heridas producidas en el pasado afectaban su presente. Aquel malvado pueblo, los ninivitas, que en muchas ocasiones habían atacado, torturado y hasta dado muerte a gente de su pueblo, ahora venían a ser, objeto de la misericordia de Dios.  “¿Cómo era eso posible?”, él no iba a ser el instrumento de tal acto de amor. “Tenía” miles de excusas para no hacerlo. Eso lo podía hacer cualquier otro, menos él. Que empeño el de su Dios. Controlado por sus emociones “huye de Dios y su encomienda” no quería verse siendo el instrumento de Dios para la salvación de aquellos que tanto daño le habían hecho a su pueblo.

Con lo que no contaba Jonás, era que siempre Dios cumple sus propósitos en nuestras vidas y que en ocasiones lo hará doblegando nuestra naturaleza carnal y humana.

En nuestras vidas muchas veces ocurre de manera similar, nuestro pasado controla nuestro presente. Dejamos que el odio, el enojo o la ira traten destruir las oportunidades que Dios nos ofrece para ser de bendición a otros y a nosotros mismos. Esas personas que nos han hecho tanto daño pueden ser objetos de la misericordia de Dios, como tú y yo lo hemos sido. Por lo tanto no permitamos que estos destructores se adueñen de nuestro ser, y cumplamos con el llamado que Dios nos ha hecho porque Él siempre nos llevará a cumplirlo “aun en el vientre de una ballena”…

Pastor Wilfredo Borrero García